INERCIAS
La sangre desfila, exactamente
como
hace un instante.
Igual que la lluvia, sólo
la primera gota
incordia.
La segunda gota ya
pertenece a un mar.
Sólo entonces uno comprende
cuánto ha
llovido.
Es inevitable su colapso o su redención. Ahora
uno se
fija en su sangre; y ahora circula despacio,
sin rumbo.
Como al cruzar un espejo, si mira hacia atrás
sólo
ve el reflejo de adelante. Intuye
que la ilusión ha terminado y
el público
se retira.
Ahora vaga despacio, sin rumbo.
No
se da cuenta de que las vías son distintas,
de que ya
no desfila igual.
Y así, convierte al tiempo en un
espectador
o un pasajero.
Al final, las gotas ya no
bucean ni circulan, ¡flotan!
Flotan arremolinándose en una
inercia
que se les presenta
imperceptible.
Guillem Boscà Sorribes