Y brotaron siete rosas
en aquel hermoso pecho,
que gritaron asustadas:
¡me matáis por ser del pueblo!
Y al mismo tiempo cantaron
pajarillos y arroyuelos
y perfumaron las flores
los olivos y los brezos.
Y los ayes se escapaban
para pregonar al viento
la muerte de Federico,
la muerte del gran maestro;
la muerte de tanta lírica,
la muerte del puro verso
en el barranco de Víznar,
junto a dos banderilleros.
Los caminos de Granada
eran ríos de lamentos
de las lágrimas vertidas
por gitanos y labriegos.
Y las nieves sempiternas
se fundieron al momento
para no vestir de blanco
para vestirse de duelo.
El río Guadalquivir
bajaba con crespón negro
y los puentes, a su paso,
rezaban quedo, muy quedo.
Todos los grillos callaron
cuando una voz gritó: ¡fuego!...
y unos perros muy lejanos
al instante enmudecieron.
El filo de mil cuchillos
alumbraba el firmamento
anunciando que la vida
seguía su paso lento.
¿Dónde estás, paloma blanca?
¿Quién ha truncado tu vuelo?
¿Dónde están aquellas manos
que la libertad te dieron?
Pero nadie respondía;
sólo se oía el silencio...
un silencio criminal,
un silencio traicionero;
Aquel silencio buscaba
la perdición de un portento,
la muerte de aquel poeta,
de aquel artista completo.
en aquel hermoso pecho,
que gritaron asustadas:
¡me matáis por ser del pueblo!
Y al mismo tiempo cantaron
pajarillos y arroyuelos
y perfumaron las flores
los olivos y los brezos.
Y los ayes se escapaban
para pregonar al viento
la muerte de Federico,
la muerte del gran maestro;
la muerte de tanta lírica,
la muerte del puro verso
en el barranco de Víznar,
junto a dos banderilleros.
Los caminos de Granada
eran ríos de lamentos
de las lágrimas vertidas
por gitanos y labriegos.
Y las nieves sempiternas
se fundieron al momento
para no vestir de blanco
para vestirse de duelo.
El río Guadalquivir
bajaba con crespón negro
y los puentes, a su paso,
rezaban quedo, muy quedo.
Todos los grillos callaron
cuando una voz gritó: ¡fuego!...
y unos perros muy lejanos
al instante enmudecieron.
El filo de mil cuchillos
alumbraba el firmamento
anunciando que la vida
seguía su paso lento.
¿Dónde estás, paloma blanca?
¿Quién ha truncado tu vuelo?
¿Dónde están aquellas manos
que la libertad te dieron?
Pero nadie respondía;
sólo se oía el silencio...
un silencio criminal,
un silencio traicionero;
Aquel silencio buscaba
la perdición de un portento,
la muerte de aquel poeta,
de aquel artista completo.
Poema de Ximo González para el festival del Día Mundial de la Poesía
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