LA tierra nuestra,
la que hemos mezclado con el bocadillo de
mantequilla
cuando teníamos seis años;
o siete o doce…
la que nos metía en la boca
el frío viento de otoño
o el más frío de enero o febrero.
La
tierra nuestra,
la que se mezcló con nuestra sangre
en aquella herida del codo derecho
y en la de la rodilla izquierda
y en la del muslo derecho
y el izquierdo
y en la frente…
La
tierra nuestra,
la que se convertía en harina
cuando jugábamos a casitas
junto al charco de la tormenta reciente;
la que era helado de chocolate
dentro de la cajita de cerillas;
la que siempre caía del cuaderno escolar
al sacudirlo para dibujar nuestros
monigotes.
La tierra nuestra,
la
que se clavaba bajo mis pies
cuando caminaba detrás del arado
arrastrado por el macho Bayo.
Esa tierra, esa misma tierra
que me cubrirá un día no lejano;
esa misma tierra
que cubre la memoria de seres queridos;
esa tierra que alimenta
cada fruto, cada hoja,
cada flor…
Esa tierra nos llama angustiada;
nos pide que regresemos a ella;
nos pide que volvamos a darle caricias
con nuestras manos,
a regarla con nuestro sudor,
a saborearla,
a meterla en nuestra vida
a bendecirla,
a mezclarla con nuestra sangre,
con nuestras lágrimas,
a celebrarla con nuestras alegrías.
Ximo González. Castellón, febrero de 2013.
Estos versos se podrían trabajar mejor pero soy incapaz de comentar ya que creo que son cosas de fondo más que de forma:
ResponderEliminar“y en la de la rodilla izquierda
y en la del muslo derecho
y el izquierdo
y en la frente…”
Trabajando la economía del lenguaje me he tomado la libertad de podarte, tu eres el amo del poema, he cerrado los ojos y te comento lo que me parece del elefante:
“LA tierra nuestra,
la que hemos mezclado
con el bocadillo de mantequilla
cuando teníamos seis años,
siete o doce…"
la que nos metía en la boca
el viento de otoño
o el frío de enero o febrero.
La tierra nuestra,
la que se mezcló con nuestra sangre
aquella herida del codo derecho
y en la de la rodilla izquierda
y en la del muslo derecho
y el izquierdo
y en la frente…
La tierra nuestra,
la que se convertía en harina
cuando jugábamos a casitas
junto al charco de la tormenta reciente;
la que era helado de chocolate
dentro de la cajita de cerillas;
la que siempre caía del cuaderno escolar
al sacudirlo para dibujar nuestros monigotes.
La tierra nuestra,
la que se clavaba bajo mis pies
cuando caminaba detrás del arado
arrastrado por el macho Bayo.
Esa tierra, esa misma tierra
que me cubrirá un día no lejano;
esa misma tierra
que cubre la memoria de seres queridos;
esa tierra que alimenta
cada fruto, cada hoja,
cada flor…
Esa tierra nos llama angustiada;
nos pide que regresemos a ella;
nos pide que volvamos a darle caricias
con nuestras manos,
regarla con nuestro sudor,
saborearla,meterla en nuestra vida
bendecirla, mezclarla con nuestra sangre,
con nuestras lágrimas,
celebrarla con nuestras alegrías.”
Ximo González. Castellón, febrero de 2013.