Me esfuerzo, lo intento...
Lo siento no puedo escribir
nada sobre vosotras
sobre vuestros hijos.
Me estremezco cada vez
que vocean una muerte,
que siento el grito cercenado.
Odio, odio ferozmente al asesino y, con él,
a todos los asesinos.
Me gustaría escupir de mi garganta
...hiel...
cada vez que imagino como babea un lobo
disfrazado de cordero.
Me gustaría escupir no sólo a los que matan,
también a quienes asienten o
a quien aspira, en su sadismo,
a la complacencia de una venganza.
No puedo evitarlo, será pecado socialmente
o tal vez no debiera desearlo…
pero me gustaría ver a esos monstruos
disecados como moscas
en las mansiones de aquellos:
jueces,
jerarcas espirituales,
líderes,
familiares,
mujeres…
que justifican la brutalidad de su prepotencia.
¡Malditos negreros!
Miedicas acomplejados,
narcisos en espejo deformado.
Graníticos herculanos.
Cobardes ególatras,
capataces del látigo,
magos del entuerto...
Sólo
ombligos propios
sin destetar.
Lo lamento,
lo siento...
pero no puedo,
no me sale nada
para hablar de vosotras
Y... no puedo llorar.
Tu voz "vomita" hiel, odio hacia el maltratador asesino. Y vierte una crítica feroz contra quienes lo permiten o lo encubren.
ResponderEliminarEstremece; duro y directo.