Dicen los viejos
que contemplar el sol otra mañana
es un milagro:
Un día
más con vida y podrás escuchar
pequeños
cascabeles invisibles.
Él nunca quiso hablar con una lápida
pero, ventanas hacia adentro,
sus ojos tintinean.
Un tullido en la calle me recuerda
viejas estatuas bizantinas
y todas las palabras
que cuelgan de esos muros derruidos.
Las calles son volcanes,
hay muertos que no pueden
abrirse más los ojos
y una sábana blanca
pinta de nieve los balcones.
Ya casi es mediodía.
Los dedos de ese hombre
ya son, a estas alturas,
incandescentes
debilidades.
ya son, a estas alturas,
incandescentes
debilidades.
Rafael Correcher Haro
Amanecer y estar vivo ya es un milagro. Bombardeos, muros derruidos, calles como volcanes...Tullidos, muertos.
ResponderEliminarEspectadores del horror.
El horror de la guerra.
Bello poema, Rafa. Gracias.