El caudal de la tarde
se enrosca en sitios imprevistos.
La ruta del bolero se escapa.
Cuando el reloj vuelva a marcar
en las manos, el sol se tardará
en aparecer.
Cuando se detenga la vacante fortuita
en las líneas de la mano,
aparecerá el blanco del destino.
Sin ningún reproche el bolero
resuena en las covachas dormidas.
Se escucha los ecos de guitarra
silentes a los lapsos intocables del corazón.
Ivonne Gordon
(Ecuador - California)
Cuaderno de Poesía #9 de Poetas sin sofá
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