Las olas crecían
con lentitud vegetal
en los cuerpos
mecidos
en rauda y caracola
eucaristía.
La boca ungida
de meloso derroche
levantaba un muro
más ancho que el ala
de un trueno.
Arena yo fui,
desértica y moldeable,
tú, húmeda, abrasadora
polar estrella nocturna
de incontables tentáculos.
Manjar tu boca enajenada
derramando mi herrumbre,
ya huésped en la sinuosa
línea que ensalza la vestal
mujer de arcana geometría.