Al
alcance Lisboa de la mano hubo un momento.
Un giro de volante hubiese bastado en la rotonda anochecida.
Veníamos aún sucios por ser amantes nuevos.
Con esa suciedad impoluta entre
los labios.
Un giro de volante hubiese bastado en la rotonda anochecida.
Veníamos aún sucios por ser amantes nuevos.
Con esa suciedad impoluta entre
los labios.
De qué estaría hecha aquella maldita primavera
que no nos unió en la Lisboa de los tranvías amarillos.
Qué voz dictó: callad ahora.
Volved a vuestras casas muertas.
Qué mano aplastó la rosa sin sangrar su espino.
Acaso Lisboa siga por siempre amaneciendo y sin nosotros.
Otros amantes acosarán Lisboa.
O acaso tú y yo, con otros amantes la anocheceremos.
Borra Lisboa por ahora de tus atlas. Yo ya estuve. Yo te la cuento. Trazaré en tu piel de memoria sus calles empinadas.
Antonio Arbeloa
Cuaderno de Poesía #8 de Poetas sin sofá
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