martes, 2 de agosto de 2011

PARAGUAYA


Cuando el camaleón verde
arrastra penosa
su férrea blandura
hecha de hojas sin permiso
y savia equivocada,
y las moscas zumban
su aleteada amargura
en los probadores...

En el instante en que
la lluvia ya no es
ese gozoso renacer
del caracol huraño
y araño
los cristales
del enfático espejo...

Con las fuerzas
justas para volver
a leer esas caras
idénticas a sí mismas,
conscientes
de su fatal extravío,
rostros de ajena rutina
en mis ojos de buey...

Con la vista cansada,
amarrada a una falda
demasiado corta,
y los años afilando
el filo de los años
en los omoplatos...

Como un ornitorrinco,
fabulador y sagaz,
en las vertientes
de su propia autoindulgencia,
demasiado ensimismado
con la pálida piruleta...

Cuando el tren
acuático
de railes transparentes
abandona su apatía
y luce occidental en los andenes
sin la japonesa osadía
de postal de los 50...

Cuando la luz
del verano no es
esa luz que pintaba paisajes,
quiméricos, inquilinos,
y dormía en los labios
de la mujer que me mira
tras los cristales negros...

...yo alquilo momentos
en el hotel del destiempo
y cierro el balcón
al mundo y su impostura.
Invento minutos
que no conocen las horas
como agrupación sonora,
allí el hábito
es una oval paraguaya,
carnosa fuente sin puntas
en los labios de mi niña.


Eloy Sánchez


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