viernes, 19 de agosto de 2011

PARAÍSO III




Entro en el Edén.

Tus labios,
arca del deleite,

el fruto prohibido.

Entre pucheros
con Milton 
y tu sexo

                   o
               t
           i
       v
   e
l

hacia la LUZ.


En la cúpula
reverbera Haydn.

Mariajosé Sangorrín


4 comentarios:

  1. Me gusta como mezclas lo terrenal con lo simbólico, la cultura como alimento del intelecto y los instintos como alimento del cuerpo y además nos instruyes con Milton y Haydn ¿qué más da si eres o no eres poeta?

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  2. Después de oir la introducción a tu poema que has hecho en la tertulia de esta tarde, cobra para mí un significado que no había logrado encontrarle en la primera lectura.
    Suscribo totalmente la opinión de Eloy.
    Tú, que aludes a santa Teresa, aprende también
    de ella que "la humildad es la verdad" y, aunque sea "humildemente", admite que eres poeta en la medida en que sientes y expresas tus sentimientos como tal.
    Mariela

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  3. Cuando digo que no soy poeta indico que no poseo esa "cualidad" o condición o manera de estar, de forma innata. El ejercicio de la escritura es para mí un medio de búsqueda de mí misma, un camino, recién descubierto, hacia la sabiduría.

    En "Paraíso III" intento expresar cómo siento que en el sexo y el amor, se produce una síntesis de lo humano y lo divino.

    Me inspiro en El Paraíso Perdido de Milton, pero como una muestra de mi espíritu rebelde, doy un giro al sentido; yo no pierdo el paraíso, sino que entro en él y, cuando hago el amor, llego a la Luz (Dios).

    Hago una sinestesia envolviendo la escena en la sublime Creación de Hayden y, al tiempo, desciendo al nivel de la cotidianidad: en mi cocina está el Edén, un guiño a Teresa de Cepeda.

    Todo en veintisiete palabras. Un buen ejercicio. Me siento satisfecha. Gracias por vuestros comentarios.

    MARIAJOSE

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  4. Mª José, tu paraíso me ha gustado mucho y es digno del mismísimo Milton.
    Me encanta lo mucho que dices con tan pocas palabras.
    El estilo de tu poema es casi tan escueto, minimalista y certero como el de un haiku japonés, y su lectura le deja a uno como extasiado y envuelto en un aura en la que el cuerpo y los instintos más primitivos comulgan con la sutil y refinada espiritualidad del alma.

    Gracias.

    Pedro.

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