No estoy cansado
de los atardeceres húmedos
y la estupenda algarabía del verano,
siempre sucediéndose
los segundos, las horas que les siguen,
los meses con sus nombres
y sus números, siempre iguales
- febrero, ¡ese rebelde!-
con la certeza infinita
de su esencia de ser meses.
.
Sé que las farolas se encienden
tras el último aullido
y que hay días, siempre iguales
que repiten su exterminio.
.
No me cansé
de la belleza sabia que el tiempo
ha amasado en tus ciudades
ni del mar omnipresente
en mis dudas y tu entrega.
.
Sé que los relojes sueñan
con la cálida piel de la noche,
ellos también quieren
ser inmortales, amar,
doler, morir acaso
con la leyenda del tiempo tatuada en su osamenta.
.
No me cansé todavía
de las dos dimensiones de los trenes,
del zumbido monocorde de los grillos,
de lo rápido que el placer se difumina,
de la insondable sustancia con que están hechos tus ojos
del tránsito sumiso de las estaciones
.
pero comienzo a estar ya harto
de ver las mismas caras
en los mismos lugares
mirándonos desde arriba.
Es un poema tan profundo, con todo ese paso/no paso del tiempo, con todo lo aprovechable de cada minuto, con ese no cansarse de la insondable sustancia se los ojos...
ResponderEliminarPero, como tú, querido Eloy, estoy un poco harta de los soberbios.
Un beso!
En esta segunda lectura, más relajado, me he encontrado bien con el regusto descriptivo poético con que vas lentamente expresando, narrando, tus sensaciones. Hay expresiones muy poéticas, con vena lírica. Quizás algunos términos (estupendos...otros) no se encajan tan bien en todo el contexto del poema. Es una apreciación subjetiva, solamente. Quizás mi manía de que lo coloquial no cabe mucho en lo poético.
ResponderEliminarUn saludo y pronto nos reconoceremos.
Marcelo Díaz