Como veo que os ha intrigado el desgarro de mi poema a Salamanca, satisfaré vuestra curiosidad.
Fui a Salamanca a reencontrarme con mi niñez, con mis recuerdos, de los que forman parte el silencio y la atmósfera reverencial que envolvía antiguamente a la parte monumental. Me encontré una ciudad llena de mercachifles a quienes solo importa el dinero que dejan los turistas. Para colmo, a las mismas puertas de la catedral , había un chiringuito del que salía una música horrenda que atronaba los oídos.
Yo sé que la gente tiene derecho a enriquecerse, pero sin perder el respeto a lo que Salamanca significa, sin invadir límites que deberían ser sagrados. Yo lo siento así.
Lloré con desconsuelo, como se llora la muerte de un ser querido. "Mi" Salamanca, la que yo guardo en mi corazón, no es ésa. Cierto que su espíritu permanece, pero su "carcasa" estaba siendo profanada. Lloré por esa profanación y por la destrucción de mis recuerdos.
Un beso a todos,
Mariela Diego
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